“La excepción y la regla” agita realidades frente a formalidades

 In Críticas

Propuesta interesante la del pasado fin de semana en el Teatro El Sauzal. La joven Extraña Compañía aterrizaba en Tenerife con un vigente texto de Bertolt Brecht que nos hace reflexionar de principio a fin ” La excepción y la regla

La obra cuenta la historia de una comerciante, que organiza una ruta por Mongolia en búsqueda del ansiado petróleo. Estará acompañada de una guía y una porteadora pero la relación entre ellas se irá tensando a lo largo del camino. Sospechas, recelos y ambición afloran en la protagonista mostrando una clara desigualdad con sus empleadas.

La sentencia “los enfermos mueren, pero los fuertes luchan” se torna en crueldad y el espectador se enfrenta a las desigualdades, a ciertas normas aprendidas que no siempre son imparciales. El texto escrito en 1930 es sumamente pedagógico y retrata de forma evidente los roles sociales bajo el dominio y la opresión.

La excepción y la regla

Catalina Lladó propone en su dirección un montaje sobrio, sin grandes artificios pero con detalles muy sutiles, como la escenografía diseñada por Aylin Vera donde tres conos a base de cuerdas transitan entre un paisaje de altas montañas, una tienda de campaña o un estrado en la escena del juicio.

El vestuario (Ernesto Artillo) refleja, con colorido, la vestimenta de los habitantes de esas latitudes y el acompañamiento musical realizado por Clara Brea, delicadamente peculiar a la par que seductor, utiliza instrumentos reconocibles como la guitarra junto a otros a base de tubos o cuencos.

El elenco muestra de forma notable su capacidad interpretativa y musical, donde la gestualidad cobra una inusitada importancia. Belén López-Valcárcel es la comerciante implacable, a veces esperpéntica, que somete a Nüll García y a Sara Sanz (cuya trenza se convierte en símbolo de sometimiento al poder).

Alba Flores intercala diversos personajes, divertidos y algo ásperos, modulando su voz y su cuerpo al compás de sus tajantes palabras. Sin olvidar a Santiago Blanco, más destinado a la parte musical, pero que en sus cameos interpretativos resuelve sin complejos distintos personajes, como el esposo de la porteadora.

El espectador, tras los aplausos finales, abandona la sala con la sensación de que la realidad no siempre va por los derroteros de la lógica y que es peligroso tomar lo aprendido como algo natural porque siempre lo ha sido. Teatro para la reflexión.

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