“Puños de harina”: Un combate contra la intolerancia
Por fin una interesantísima propuesta aterrizaba el pasado fin de semana en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. “Puños de harina” de El Aedo Teatro llegaba para alzar la voz contra el racismo, la violencia y la homofobia.
La obra son dos historias en una sola. Por un lado la vida de Johann Wilhem Trollman (1907-1944) más conocido como Rukeli, gitano de origen alemán y boxeador que desafió al mismísimo Hitler. Cuyos últimos días acabaron en un campo de concentración. Y por el otro Saúl, un joven gitano víctima de un padre maltratador en un entorno bastante hostil. Una áspera búsqueda de la identidad.
La dramaturgia creada por Jesús Torres funciona como un reloj en diez asaltos para cada personaje. Sin perder intensidad (quizás algo en la historia de Rukeli) el espectador se sumerge en el desgarrador relato de los dos gitanos. Un nudo en el estómago repleto de angustia e impotencia con momentos de enorme delicadeza. Una honda reflexión sobre ese “machismo trasnochado”, la imagen patriarcal del hombre de verdad que terminamos repudiando y sobre unas losas que siguen pululando en la sociedad: El racismo, la violencia y la homofobia.
Torres además de dirigir y construir los textos interpreta los monólogos en una especie de “tour de force” extenuante
Torres además de dirigir y construir los textos interpreta los monólogos en una especie de “tour de force” extenuante. La exigencia “pugilística” de Rukeli le obliga a un esfuerzo físico y mental notable. Delimita muy bien lo opuesto de los personajes tanto en el plano histórico, social y personal aportando naturalidad y realismo en un equilibrio exquisito.
En la escenografía (de Jesús Díaz y el propio Torres) destaca un cubo a modo de “ring” donde se proyectan imágenes que potencian el mensaje pero nunca ensombrecen al personaje. Junto al cubo un saco de boxeo y al otro lado tres estructuras de metal que marcan el acontecer de Saúl. La iluminación es crucial intensificando los momentos más dramáticos. Todo ello en un conjunto carente de ostentación pero de enorme efectividad y esmero.
En resumen, una propuesta vibrante que atrapa al espectador durante casi hora y media sin bajar la guardia. Un golpe convertido en grito contra la intolerancia que te desgarra sin contemplaciones y que invita a la reflexión. Puños necesarios por su valentía y delicadeza.