Unión de sinergias
Resulta extraño que a estas alturas me decida a disfrutar de un espectáculo por segunda vez y más cuando se trata de circo, un genero que en España no se prodiga mucho, salvo algún atrevido que bajo una carpa nos muestra una serie de “personajes” o acróbatas muchas veces sin conexión argumental. Pero hay algunas excepciones y una de ellas es esta: “Compañía Nueveuno“.
En julio pasado, fue sin duda, una de las sorpresas en Mapas (Mercado de las Artes Performativas del Atlántico Sur) y ha sido un acierto que el FAM (Festival Internacional de las Artes del Movimiento de Tenerife) programe de nuevo (en el Auditorio de Tacoronte) a esta compañía, porque estamos ante excelente trabajo (se nota el “work in progress”), de esos que se queda en la retina bastante tiempo (como mínimo unas décadas). Es de admirar, que esta compañía con tan solo 3 años de vida, nos ofrezcan su “Sinergia 3.0” con tanta altura, con una belleza visual tan limpia que conmueve en la butaca, un ejercicio hipnótico que no te permite pestañear en los 70 minutos que dura el ejercicio “sinérgico”.
Esta claro que el espectáculo se fundamenta en los malabares, pero los utiliza con elementos de danza contemporánea, transformando con encanto cada uno de los ejercicios que nos muestran en el escenario. Las coreografías son el engranaje vital que muestran la individualidad, la adaptación, el crecimiento personal, los conflictos para formar parte del grupo, o sea, que no estamos ante un espectáculo de ejercicios circenses al uso, donde no hay conexión entre uno y otro. El hilo argumental forma parte del desarrollo del espectáculo proponiendo al espectador una reflexión sobre lo que ocurre en el escenario.
La escenografía juega con la madera y el metal. Ella misma forma parte del progreso del individuo (el hombre de madera vs. hombre de metal). Nos muestra también que el hombre de madera no ha cambiado tanto con respecto al hombre de luz (aunque se de la paradoja que en el mundo actual lo “led”, sea más ostentoso y moderno). La utilización de los objetos integrados en la escena es perfecta, olvidándonos muchas veces del actor (casi una hipnosis obsesiva), a la que ayuda de manera exponencial una música que tiene el tono y ritmo adecuado en cada ejercicio, compuesta expresamente para el espectáculo y que Enrique Vaz (compositor) ha hecho sublime, como si fuera uno más en la compañía (estoy seguro de ello). La iluminación corre a cargo de Israel Menéndez y Rubén Gallardo muy cuidada, sobre todo en la parte final del espectáculo, siempre con una sencillez pasmosa, sin grandes artificios, haciendo que la premisa “lo sencillo es hermoso” este presente en todo momento (incluso lo complejo es sencillo).
Y dejo para el final a los artífices de este deleite poético visual (aunque suene redundante), con cierto aroma a “El hombre de Vitruvio” de Da Vinci que son: Stefano Fabris, Miguel Frutos, Josu Montón y Jorge Silvestre (del que parte esta maravilla y que dirige con mucha armonía y acción, acción/colaboración). Ellos son los “seres humanos” (ni de madera ni de metal) que ejecutan esta sinergia tan particular, responsables de que el público asistente se quede enganchado irremediablemente a un viaje a través del individuo. Esperamos que “Nueveuno” nos inviten pronto a un nuevo viaje, sin remedio, nos veremos obligados a comprar un billete.