“Moria”: Cuando el teatro se hace aún más necesario

 In Críticas

Ganas, habían muchas ganas de vivir “Moria” a pesar de su crudeza. El proyecto de Una Hora Menos de teatro documental llegaba al Espacio La Granja (Tenerife) en tres funciones únicas limitadas a unos 30/50 espectadores por pase.

Las razones para no perderse esta función iban desde su formato, donde el espectador forma parte de la escena, pasando por el teatro documento que de un tiempo a esta parte resuena en la escena española. Y sobre todo por el brutal mensaje que refleja sin miramientos la situación de los campos de refugiados repartidos por todo Europa.

Tras el test de antígenos de obligado cumplimiento, por razones obvias, subimos a las tablas de La Granja donde nos espera el director de la obra, Mario Vega. Nos encontramos con un espacio expositivo con material recogido en Moria. Encontramos deshechos de chalecos salvavidas, zapatos seguramente de los que nunca llegaron, fotos, proyecciones en vídeo y un cartel con el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”. Seguidamente con tranquilidad nos despojamos del calzado para entrar en la tienda de Sahar que recibirá la visita de Aminah mientras prepara la comida.

El espectador se ve envuelto en un torbellino de sensaciones

Los testimonios reales de dos refugiadas, Zohra Amiryar (Afganistán) y Duaa Alhavatem (Irak) son la base fundamental de este montaje que se va alterando con extractos de la entrevista realizada a ambas en Moria y que se proyecta en 360 grados envolviendo al espectador en un torbellino de sensaciones que van de la esperanza, a la angustia pasando por la nostalgia, la rabia y la impotencia.

Sahar y Aminah viven en la desesperación absoluta, viven “enjauladas” entre sus propios deshechos. Moria es el basurero de Europa. Temen por el futuro de sus hijos y su familia, y sus recuerdos son el único refugio para escapar de una pesadumbre que se convierte en una losa. Marta Viera y Ruth Sánchez se transforman en ellas de manera asombrosa, y se observa un trabajo minucioso de las costumbres y cultura árabes. Saben, sin caer en lo exagerado, apuntalarse en la angustia del personaje en escenas realmente duras.

Desde luego la dirección de Mario Vega se ha sostenido en la experiencia de Nicolás Castellano (reportero con larga experiencia en movimientos migratorios) y en esos testimonios grabados en Moria pero el propio concepto del proyecto, del espacio escénico y las intenciones sobre el espectador que debe asumir las envestidas de una realidad que parece ajena y que por desgracia hemos vivido en Canarias, son mas que suficientes para convertir Moria en teatro necesario.

Muestra de un teatro documento que convertido en bofetada nos hace agachar la cabeza y por pura vergüenza, el aplauso final quede como un gesto obsceno ante tanto abuso sobre el ser humano.

 

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