Desde Tenerife para el mundo: “Sunset Boulevard”
Y llego el día. Bajo una desorbitada expectación se estrenaba a nivel mundial la primera versión en español de “Sunset Boulevard” en el Auditorio de Tenerife. Desorbitada por el riesgo que suponía llevar a cabo un musical casi de culto, que quizás a priori pudiera parecer destinado a un público muy concreto, y por otro por lo que significa a nivel personal, la que sin duda es una de las obras más icónicas de la historia del cine. Años siguiendo la pista de este musical que se ha realizado en varias ocasiones tanto en Broadway como en Londres, la última con otro icono llamado Glenn Close, del que nunca me hubiera imaginado tener el privilegio de disfrutarlo en Tenerife.
Los espectadores que se acerquen a “Sunset Boulevard” hasta el 4 de enero en Tenerife (espero que también muy pronto fuera de Canarias) van a disfrutar de un musical de gran factura, con muchas razones por las que merece la pena soñar durante más de 2 horas y media en la butaca. Desde la historia de Norma Desmond, esa actriz del cine mudo que no acepta el paso del tiempo, contada por un guionista en modo “flashback” que yace en la piscina de una mansión, hasta los números musicales que navegan entre los corales (más festivos) a los más íntimos e intensos (más dramáticos).
Empecemos por lo más visual, la puesta en escena, a la cual como dice Norma no le hace falta hablar. Ricardo Sánchez Cuerda consigue junto a Juanjo Beloqui llevarnos a Hollywood jugando con lo pequeño y lo majestuoso, utilizando la mansión de Norma en miniatura o asistiendo, por ejemplo, a una carrera de coches en el “set de rodaje” que pasa al celuloide, casi por arte de magia. A veces parece que la escenografía es fiel a una frase lapidaria de Norma: “Soy grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas”. La piscina de la señora Desmond se resuelve con la escena con la que comienza la película de Billy Wilder, pero el elemento principal e indiscutible es la escalera de la mansión donde la actriz se presenta, huye, llora, se esconde, se muestra…es la representación de su ascenso y caída, del devenir de su vida en Hollywood. Y detrás de esa imponente escalera, la orquesta formando parte de la escena, como ocurre en otros grandes musicales como “Chicago” o “Cabaret“. Esta tiene vital importancia porque desde el minuto uno sumerge al espectador, funciona como hilo conductor, hay muy pocos momentos que permanece en silencio, es la banda sonora de esta historia del Hollywood más oscuro. Julio Awad demuestra su enorme experiencia como director musical llevando a los 17 músicos integrantes de la orquesta a momentos realmente excepcionales, a un nivel que hace mucho tiempo que no veía en un musical realizado en España. Pero siguiendo con la escenografía, que se sostiene con diversos arcos que emulan los estudios de la Paramount (es el propio logo de la productora), el salón de la casa de Norma lleno de espejos, o el jardín, necesita de gran agilidad para los cambios de escena algo que los operarios de la Paramount resuelven eficazmente, haciendo que el espectador viaje de los estudios a la mansión sin casi darse cuenta, si bien hay algunas transiciones, como la final de Joe Gillis, que quedan menos fluidas, algo que seguro quedará solventado en próximas funciones. A todo ello hay que añadir, el magnífico vestuario de Leo Martínez digno de un montaje de este calibre.
El apartado de números musicales es un carrusel de emociones, desde los más festivos que protagoniza el elenco de la compañía y que tiene momentos realmente sublimes como “Todo es un circo” o “Fiesta de nochevieja en casa de Artie” (gran preludio del fin de la primera parte), o muy divertidos como “La dama paga”, hasta los momentos donde Norma (Paloma San Basilio) brilla en su locura como “Sin hablar” o “Como si no hubiera dicho adiós”.
Y los actores, que no lo tenían nada fácil, empezando por Gerónimo Rauch, interpretando a ese guionista en horas bajas llamado Joe Gillis que nos cuenta su historia con Norma Desmond, obligándole a estar en escena casi en todo momento. Rauch ha neutralizado su acento argentino para mostrar un personaje que no es víctima ni verdugo y es ambas cosas a la vez, porque se deja utilizar por la estrella del cine mudo y porque también le hará salir del sueño en que se encuentra. Realmente Joe Gillis es el protagonista en el musical, a pesar de estar frente a una estrella que resulta arrebatadora y lo demuestra en las más de 2 horas que dura el espectáculo haciendo alarde de su maestría vocal. Por otro lado, Paloma San Basilio asume que Norma necesita a su público y aunque nos regala momentos divertidos rozando el histrionismo (con tintes de un personaje que hizo famoso Antonia San Juan y que bebe también de Norma Desmond) es en la segunda parte del musical donde se apodera aún más la locura, y todo se torna más dramático, aquí Paloma muestra una Norma más débil y frágil de la cual no podemos hacer otra cosa que enamorarnos. Y después está el fiel mayordomo, Max, que interpreta un “clon” de Erich Von Stroheim, Gonzalo Montes, que con un porte casi militar y como si de un mago se tratara hace que el espectador confunda el Max de la película con el de la escena sin olvidar además su talla como barítono (soberbio). No me olvido de Betty Schaefer que interpreta Inma Mira, la cual da un aire juvenil a su personaje, contraponiéndose a su “rival” (que no lo es) Norma. Inma tiene momentos destacados y muy bien resueltos con Gerónimo Rauch (“Chica conoce chico”) además de que domina con toda naturalidad cada escena.
Desde luego el director Jaime Azpilicueta sabía lo que se traía entre manos, conoce bien esta maravilla de Andrew Lloyd Weber, y era grande el reto de llevarlo por primera vez en español y desde un lugar que no es Madrid, con cierta distancia del continente, algo que ha hecho que Tenerife se convierta en lugar a tener en cuenta para producir y estrenar espectáculos de este tipo (después de “Jesucristo Superstar” y “Evita“) de la mano de Auditorio de Tenerife. Ahora solo queda que el mundo lo disfrute.