El engaño del mito
Noche lluviosa y algo desapacible la del pasado sábado, hecho que no impidió que nos acercáramos al Teatro Guimerá; aunque a tenor de lo visto en el patio de butacas, el público no respondió en gran número a una propuesta, que si bien no era redonda, si resultaba interesante por muchos motivos.
“Lulú” cuenta la historia de Amancio (Armando del Río), viudo y con dos hijos, que trabaja con ellos en una plantación de manzanos, aunque este vive obsesionado, hacha en mano, con la búsqueda de la “culebra” que mato a su esposa. En medio de esta búsqueda y después de una discusión con los hijos (Calisto y Aberlado, interpretados respectivamente, por César Mateo y David Castillo), hartos del comportamiento de su padre, Amancio se encuentra con una mujer semidesnuda y con una herida en la espalda que solo recuerda su nombre, Lulú (María Adánez). A partir de este punto inicial, la obra da la vuelta al mito de la “maldad femenina”, de la “femme fatale”, de la mujer venenosa y demoníaca. En tres actos, el autor Paco Bezerra, junto a la dirección escénica de Luis Luque, nos lleva a los tiempos en los que se creo el mito pero aporta la visión femenina, o vamos a decir la versión del otro lado, jugando con que una historia puede tener distintas realidades, haciendo ver al espectador que quizás hemos sido manipulados por esa realidad misógina y patriarcal en la que la mujer a día de hoy sigue atrapada.
Lo que es singular es que la historia se hilvana a través de un cuento con tintes de “thriller” que envuelve al espectador desde el primer momento. La atmósfera conseguida es extraordinaria gracias al buen hacer de Felipe Ramos con una iluminación sobresaliente, la música perturbadora de Mariano Marín y una escenografía (Mónica Boromello) sencilla pero efectista haciendo un uso delicado de las proyecciones visuales. Todos estos elementos dotan a la obra un aire fantasmagórico y de misterio, sin duda uno de los pilares de la función.
En cuanto a los actores, logran aportar credibilidad a la historia con desiguales resultados. María Adánez nos ofrece una mujer muy sensual, con cierto halo de misterio pero da la sensación que no es tan mala como la pintan y quizás me falto sentir un punto más pérfido en su personaje. En todo caso la Adanez redondea su “Lulú” con un preciso y a la vez sensible monólogo final, que desde luego convence. Armando del Río nos hace llegar esa mente perturbada y obsesionada que es Amancio de manera notable. Sus hijos interpretados por César Mateo y David Castillo, destacando este último que crea un personaje en las antípodas de los que nos tenía acostumbrados (recordemos su intervención televisiva en “Aida”), en ocasiones arrebatado por la sensualidad de “Lulú”. Y finalmente un personaje que domina la segunda gran escena de la obra, Julián, una especie de “iluminado”, excesivo como casi todos ellos, que borda Chema León con una presencia escénica impecable desde su actitud física (ayudado por el vestuario y peluquería) a un uso de la palabra exquisito.
Sin duda “Lulú” demuestra que la historia es un eje sobre el que siempre se ha mantenido el mundo. Por eso es importante, para que todo cobre sentido, tener la oportunidad de contar tu historia, mi historia, la de todos. ¿Hasta cuando el mito de esta mujer “fatale” va a seguir persiguiéndola bajo la sombra del patriarcado?.