Una joya llamada “La Edad de la Ira”
Salir del teatro con la sensación de que tiene vida para rato, pasa pocas veces en alguien que ha visto muchos montajes (aunque no demasiados) a lo largo de su vida y lo que he visto hoy en escena me demuestra que el teatro esta muy vivo, y que tenemos nuevas generaciones que pueden ofrecer y disfrutar de maravillas como la que estos días se sube a las tablas del Teatro Guimerá. “La Edad de la Ira” es un montaje de “La Joven Compañía“, un proyecto donde jóvenes de 18 a 27 años se forman como profesionales de las artes escénicas con una base pedagógica que anime al público joven a incorporarse a este arte que tanto amamos, en definitiva, un proyecto necesario y vital que ha ido creciendo desde el año 2012 y que deseamos que continue durante muchas generaciones.
La obra es una joya desde muchos puntos de vista, primero porque se convierte en un “altavoz” de la generación adolescente más actual, a través de unos personajes que buscan desesperadamente su identidad por un camino que no es nada agradable ni sosegado, bajo una presión social y familiar que en muchos casos llega a ser insoportable. Nando López (Premio Nadal 2010) ha adaptado su novela a las tablas de manera admirable, haciendo que el espectador este enganchado a la historia desde el primer momento. Usando el “thriller” y un poco de misterio, no sé si como una mera disculpa, nos sumergimos de lleno en la rivalidad, el amor, la violencia más descarnada, la muerte repentina, la sexualidad, la educación, la familia de toda una generación con una carga de profundidad demoledora pero a la vez bellísima, momentos que son pura poesía que te ponen los pelos de punta y que remueven conciencias.
Y si reparamos en la dirección de Jose Luis Arellano decir que impregna al montaje un grado de dinamismo y delicadeza extraordinarios, que se ve reforzado por una escenografía (diseñada por Silvia de Marta) totalmente efectiva pese a la sencillez, donde un rectángulo forjado de hierro y vidrios se convierte en la casa del protagonista, en un aula, en una playa o en los pensamientos del protagonista, ayudado todo ello por proyecciones de vídeo usadas con mucho tacto y la luz siempre magnífica de Juanjo Llorens.
Que decir del elenco, con un equilibrio bárbaro donde se aprecia el enorme trabajo que hay detrás de “La Joven Compañía” en la cual sus integrantes están implicados en los procesos creativos. El protagonista Marcos está interpretado por un Alex Villazán descomunal, que agarra al personaje durante todo el montaje con una fuerza y pasión propias de un actor con gran experiencia en las tablas. No es un trabajo cómodo, porque Marcos va mostrando distintas caras a lo largo de la función y vamos poco a poco conociendo lo que esconde su personalidad. María Romero y Javier Ariano, interpretan a Sandra y Raúl, esos amigos inseparables que se lo cuentan todo; los dos actores logran imprimir gran realismo a esta relación llena de complicidades, alcanzando con increíble fluidez el patio de butacas. Después están el resto de amigos, Adrián (Jesús Lavi) el “malote” porque no le ha quedado otro remedio; Meri (Laura Montesinos) que tiene las cosas muy claras y Brenda (Rosa Martí) la más marginada y a veces aislada, todos logran momentos en la función más divertidos que rompen con el drama de Marcos (sin olvidar que cada personaje tiene el suyo). Y por último, los hermanos de Marcos, Ignacio, que interpreta Alejandro Chaparro, ese hermano mayor demasiado protector que asume una excesiva responsabilidad para su edad, y que el actor resuelve de manera brillante, sobre todo en los momentos de enorme tensión con Marcos; y Sergio (Jorge Yumar) el más pequeño, que sin duda creo es el personaje más sensible de los ocho que se nos presentan en escena. Unos actores para quitarse el sombrero que se entregan con una pasión casi desmesurada a ese gran oficio que es ser actor.
En definitiva, “La Edad de la Ira” es un montaje imprescindible no sólo para jóvenes, sino para esos adultos que estamos un poco perdidos de como son los adolescentes de hoy día. Es una de esas obras que entran de manera fugaz, como una bala en el cerebro, para quedarse mucho tiempo porque invita a reflexionar, a reflexionar sobre la diversidad y la tolerancia donde lo más importante, como dijo otro “personaje”, es ser lo que uno ha soñado ser en libertad.